ES NUESTRO DESTINO



-Quiero entregarte mi alma, le repetía. Aunque todo se derrumbe, quiero estar aferrada a ti, acaso ¿no me entiendes?
Mi ingenuidad no era una broma. Estaba tan segura de lo que sentía que las palabras significaban mucho más.
-He llegado a ti, no me voy a separar nunca, me confesó. Pero quiero que sigas con tu vida. No puedes condicionarlo todo al amor con el que te correspondo. Todavía no.
Su tono aseverativo no hizo más que ponerme a la defensiva.
-Te quiero a ti, proseguí. Pero si me faltas ahora, si no estás ahora que te necesito, no me pidas luego tiempo, porque luego, será inútil.
Esas fueron mis últimas palabras, era mi típica historia malograda de principio a fin. Me separé, sí, huí. No quería más sufrimiento por entregarme a alguien que me quería más lejos de su lado, para supuestamente dejarme vivir.
Pasaron años hasta reencontrarnos. Ya con las vidas comunes de gente que va construyendo su camino, nos topamos un martes y trece. Una tarde en la que los rostros no tardaron un ápice en reconocerse. Iba acompañado de un niño de apenas tres años con cara alegre y arrastrando una especie de bicicleta motorizada. Mis primeras palabras iban dirigidas a felicitar al orgulloso padre.
De repente sus manos se encargaron de silenciar mis labios.
-No te apresures, niña. Este gran chico es hijo de mi hermana, ya te dije, que el nuestro nunca llevaría bici, sino monopatín.
La ironía era tal, que no comprendía si estaba en serio o en broma. Por mi cara lo dedujo.
-Ya te lo dije, siempre te he esperado. No he querido influir en el destino. Todos nuestros actos han hecho que por fin, estemos hoy aquí.
- Pero qué dices, le interrogué con cara de pocos amigos.
-Ahora puedo formar parte de tu vida sin ningún problema. Ya no hay ataduras, ni impedimentos, nada que nos impida ser felices.
-Tú no sabes si yo ya tengo mi vida resuelta, contesté.
-La expresión de tu cara y las ganas con las que nos miramos, son más que suficientes para demostrar, que todavía sentimos algo más que aprecio.
-Estás loco.
-Loco por ti.
-No empieces con los tópicos. Me voy ya, que he quedado, dije en tono cortante.
-No te enfades. Te llamo en cuanto deje al niño en la guardería. A menos, claro, que quieras acompañarme…
Seguí caminando mientras pronunciaba esas palabras, convencida de que mi tiempo con él había expirado. Claro que estaba sola, y esta era una oportunidad de retomar lo que había quedado inconcluso. Pero ahora era yo la que no apostaba por él. Ya tenía mi reto puesto en otra persona que nunca había abandonado. Y esa era yo. Siempre preocupada por lo que le pasaba al otro. Me había olvidado de todo lo que anhelaba. Tenía ganas de ser feliz al lado del alguien, y eso pasaba inevitablemente por preguntarme interiormente en qué situación me encontraba.
Pasó el tiempo necesario para aclararme. Y de nuevo apareció él. Con su sonrisa de niño bueno, vino directamente a saludarme. Nunca pensé en volver a verle. Su recuerdo era ya más que suficiente.
-La última vez, iba para la guardería, pero hoy me tienes íntegramente. Dónde has estado metida – me interrogó.
-Menudo recibimiento me das.
-Ya estás casada y con hijos, ¿a que sí?
-Por supuesto, voy camino del colegio para recogerlos –apostillé.
Su cara era de asombro y total credulidad. Estaba convencido de todo lo que le estaba relatando.
-Y tú qué tal- le pregunté
-Esperándote como siempre.
-Déjalo ya, por favor. Nunca has hecho nada por mí. Esa tontería de adolescente ya está pasada de moda- estallé.
-Vale, vale. Piensa lo que quieras, pero nuestra historia habría funcionado, y lo sabes. Solo era cuestión de tiempo.
-Tiempo para qué. Para darme cuenta, que no querías nada conmigo.
-No se trataba de eso, sabes que tenía mis obligaciones, que no impedían que te siguiera queriendo, pero que necesitaba ese espacio. Luego ya te dije que estaba dispuesto a todo.
-Demasiado tarde.
-Nunca es tarde -me espetó.
-Me temo que sí. Es tarde para enamorarse de nuevo, tarde para reproches y sobre todo, ya es tarde para nosotros. Ese tren tenía nuestra parada pero nuestros horarios no estaban ajustados.
-Pero…yo me equivoqué…-vaciló
-Hoy en día todo es distinto. No es posible volver atrás y recuperar nuestra ingenuidad. Ya nada es posible entre nosotros.
Me volví a alejar. Pero con el convencimiento de que él ya se había dado por vencido. Nunca supe si se creyó esa farsa. Pero ya no importa. Hoy soy feliz al lado de un hombre que suspira por mi y yo por él. Donde nuestras almas encuentran refugio y donde mi vida ya tiene el sentido que siempre anhelé. Me di cuenta que las verdaderas historias de amor no tienen dificultades, sino que fluyen, que crecen con amor y se cimientan con cariño y respeto. Que todo lo demás, fueron simples engaños. Ya desapareció de mi vida. Él ya es dueño de su tan ansiado destino. Gracias a todo, hoy he descubierto que este amor ya es mi eterna garantía de vida.




Comentarios